sábado, 19 de febrero de 2011

El triple drama de ser palestino, refugiado y discapacitado

09.02.2011 · Carmen Rengel · (Ramala, Cisjordania)

Campo de refugiados de Amari, Ramala, Cisjordania. Un poblado de calles estrechas, sin asfaltar, con viviendas frágiles levantadas donde hace 60 años hubo tiendas de campaña. Un laberinto para el extranjero. Ali muestra el camino. Lo hace agachando la cabeza, la mirada al suelo, una sonrisa apuntada en los labios, siempre unos pasos por delante. No dice una palabra más allá del al salaam ´a alaykum que susurra como saludo. Llegamos gracias a él a la Sociedad Palestina para el Cuidado y el Desarrollo. Ali asume el agradecimiento alzando la barbilla y se marcha con urgencia. Un chico tímido, parece. Pero la impresión engaña: es un adolescente activo, un poco revoltoso en ocasiones, enamorado del fútbol, cumplidor, al que los responsables del centro le mandan pequeños recados que le hagan sentirse útil. Ali es un paciente, es un chico que raya el autismo, aunque nadie, nunca, ha diagnosticado su enfermedad. Es uno más de los casi 250 discapacitados físicos, mentales y sensoriales que cada día son atendidos en este centro, el primero de sus características en los territorios ocupados. Un oasis en el que, pese a las carencias infinitas, se pelea por dar sentido a la vida de personas triplemente sometidas: por palestinos, por refugiados, por discapacitados.

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