miércoles, 3 de marzo de 2010

Más de 21.000 palestinos trabajan en la construcción de asentamientos judíos en la Cisjordania ocupada

RICARDO MIR DE FRANCIA. ELPERIODICO.COM

JERUSALÉN

No hay palestino que no condene los asentamientos judíos en la Cisjordania ocupada, colonias que han expoliado sus tierras y esquilmado sus recursos naturales, condenándoles a vivir en enclaves cercados por vallas, muros, zanjas y controles militares israelís. Sonará paradójico, pero son esos mismos palestinos quienes trabajan de sol a sol construyendo las colonias. Saben que cada calle pavimentada y cada edificio nuevo es un bocado arrancado a ese 22% de la Palestina histórica donde aspiran a levantar su Estado, pero al final del día hay algo más importante: llenar el plato en la mesa.

Yusef lleva dos meses trabajando en una obra de Modiin Illit, el asentamiento más grande de Cisjordania, con una población de 42.000 israelís. Es de Belén y tiene siete hijos, demasiadas bocas como para andarse con remilgos. «Los asentamientos son un problema para la paz, pero el desempleo es un problema todavía mayor», razona echando mano del lenguaje de los políticos. «¿Qué otra cosa puedo hacer? Los israelís quieren asentamientos y nosotros queremos trabajo. Necesito dinero para vivir», añade.

La economía palestina ha empezado este año a dar señales de vida tras hundirse en el túnel del tiempo durante los años de la segunda intifada. Pero el repunte apenas se nota fuera de Ramala, la capital administrativa de los territorios. Fuera de sus lindes, el trabajo escasea y los sueldos son raquíticos. Un profesor no gana más de 400 euros.

En los asentamientos, Yusef trabaja casi 10 horas al día a cambio de 30 euros. Como toda su cuadrilla ha sido subcontratado por una empresa árabe-israelí de Galilea. Con los patronos judíos dice no tener contacto directo. «No los vemos, y la gente de la colonia no nos molestan porque saben que venimos a trabajar». Su colega Khaled, de 29 años y padre de un hijo, insiste en que no les queda otra alternativa. «Si hubiera empleo en Hebrón o en Belén no vendríamos aquí».

En total son cerca de 21.000 palestinos los que trabajan actualmente en las colonias, según los últimos datos oficiales de la Administración Civil israelí. Obreros, agricultores, jardineros, operarios de la limpieza, hay incluso quien se gana las lentejas construyendo el muro de Cisjordania, la frontera oficiosa trazada unilateralmente por Israel.

El muro está sofocando a docenas de pueblos palestinos, pero incluso en los más perjudicados por su trazado, se comprende a los vecinos que optan por trabajar en las colonias. Ni’lin es un buen ejemplo. Está casi pegado a Modiin Illit pero es como atravesar un continente. Del primer mundo se pasa a un tercer mundo de calles baqueteadas y ociosidad deprimente.

Partido en dos

Desde el inicio de la ocupación, Israel se ha ido poco a poco apoderando de sus tierras para levantar cinco asentamientos y una carretera que parte el pueblo en dos. Aun así, el 10% de la población de Nilin trabaja al otro lado. «Con el muro hemos perdido 6.000 olivos y un centenar de agricultores se han arruinado», dice Mohamed Kanan, uno de los miembros del comité popular, que cada viernes organiza una marcha contra la vallar.

«No tenemos fuerza moral para decirles que no trabajen en los asentamientos. Necesitan dinero para pagar el colegio de sus hijos o construirles una casa», añade Kanan. Pueblos como el suyo están impulsando el boicot a los productos de los asentamientos con el apoyo de la Autoridad Nacional Palestina. Pero mientras no haya una economía merecedora de ese nombre en los territorios, miles de palestinos seguirán tragándose el orgullo y trabajando para los colonos judíos.

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